lunes, 26 de septiembre de 2011

Sobre como la escritora de este blogg dejó de ser creyente (o más bien, como aceptó que siempre fue escéptica)

Bueno, creo que lo mejor es empezar por mis padres: un par de católicos que se casaron por la iglesia “como Dios manda”, pero que en la práctica no es que fueran muy creyentes (prueba de ello es, que mi hermano mayor ya llevaba tres meses en la panza de mamá cuando se casaron).
Al día de hoy mi padre practica el “meimportaunculismo” es decir, Dios, la iglesia, los santos y demás, lo tienen sin el más mínimo cuidado, mi madre si es muy devota, asiste a grupos de la Renovación Católica Carismática, reza el rosario todos los días y no hay día que no esté en la iglesia (que el día de la oración por los enfermos, que el miércoles de ayuno, que el jueves de “hora santa”,que hay que limpiarle la habitación al cura… en fin).  En este choque de creencias crecí yo, la menor de dos hermanos adoctrinada por mi madre desde pequeña en las labores hogareñas y en las conductas propias para conseguir un marido “que cargara” conmigo, por otra parte mi padre me decía “mijita, estudie y trabaje, después que goce su juventud ahí decidirá si se casa o no”.
Mis primeros años los pasé en un colegio de monjas con todo lo que ello implica (rosario todos los días, misa los jueves, catequesis con vida de santos incluida, clases de bordado y tejido, etc.), ya en esa época se asomaban los primeros rastros de mi escepticismo, como el día que se me ocurrió la valiente idea de decir en clase de religión “pero Hermana, Jesús era como tonto, si sabía que lo iban a matar ¿Por qué no se fue para otra parte para que no lo encontraran? Y Dios ¿por qué dejó que lo trataran así?, yo veo que mi papá no deja ni que me miren feo“.  Ese comentario me costó una confesión inmediata, más el castigo de limpiar la capilla del colegio y del jalón de orejas bien grande que me dio mi mamá cuando se enteró del asunto.
En la secundaria, estudié en un colegio público donde mi grupo de amigos lo conformábamos: un Pentecostal,  una presbiteriana, un hijo de padres gnósticos que le encantaban las lecturas sobre el triángulo de las bermudas y los OVNISy yo, que me decía católica solo por no saber que podía expresar claramente que no tenía ninguna creencia que sintiera como propia. Entre estos 4 amigos había un interés común: el amor por la lectura, así que las tardes se nos iban en  leer  y comentar libros “seculares”, así como también leíamos pasajes de la biblia y los discutíamos, bajo unos márgenes de tolerancia que deberían aprender muchos creyentes y no creyentes. En estos años de adolescencia y bajo los efectos del primer amor cometí uno de los llamados “pecados mortales”… si, adivinaron, TUVE RELACIONES SEXUALES!!!  Ahora es muy común entre los adolescentes, pero hace unos 14 años era algo escandaloso, al punto que mis padres al enterarse tomaron posiciones bastantes radicales: mi padre dejó de dirigirme la palabra y mi madre me maltrato físicamente además de augurarme desgracias en mi vida adulta ya que “ningún hombre va a valorarte de ahora en adelante”, “Dios no te va a perdonar”, etc., etc., etc.
Luego de semejantes reacciones por parte de mis progenitores, además del hecho de que ese primer amor llego a su fin, mi estado de ánimo y mi autoestima se vinieron  abajo, además de sentirme rechazada por los que más amaba algo en mí estaba mal… como si hubiera cometido el peor de los errores (¿pecadora, tal vez?). A lo que le busqué una solución: ingresé al grupo juvenil de la parroquia a la que asistía mi mamá con la idea que, si bien ya no podía remediar lo ocurrido, mi madre vería lo arrepentida que estaba y me perdonaría. Aunque mi intención era buena, no sabía lo que me esperaba…
Como por lo general, soy una persona activa,  amigable y con buena empatía con los niños, en poco tiempo me convertí en una “servidora” del grupo: cantaba y danzaba en el ministerio de alabanza, así como me convertí en líder del grupo infantil de la parroquia.
Como buena lectora que siempre he sido, me devoraba la biblia de un lado a otro, lo que me dio buen manejo de las escrituras, pero los vacíos solo se hacían más grandes… ¿Por qué Yahvé manda a ejecutar semejantes carnicerías de hombres, mujeres y niños?, ¿cómo asíque siendo todos los hombres “hijos de Dios”, Éste no tiene reparo en matar a los egipcios?, ¿por qué Jesús, siendo tan “bueno” trataba tan mal a su madre? En fin, siempre había más preguntas que respuestas, pues cuando mostraba mis dudas a los líderes del grupo o al sacerdote las respuestas eran tan vagas como “Porque Dios aborrece los que no le obedecen”, “No se debe cuestionar los designios de Dios”, “Dios obra de maneras misteriosas”. A lo que yo pensaba… PURA MIERDA!!! Ahí comenzó a salirme el espíritu rebelde (o racional, como escojan) así que decidí poner a prueba al padre, al hijo y al espíritu santo, a ver cuál de los tres me pescaba primero.
Cuando comenzábamos a orar, varios del grupo lo hacían en “lenguas” (supuestamente es un privilegio de pocos), yo lo que hacía era que muy calladita, comencé a memorizar las sílabas y los vocablos que decían, al cabo de unas semanas ¡ALELUYA! A BRINA DIOS LE DIO EL DON DE ORAR EN LENGUAS, ahí puse a prueba dos de los “dones del espíritu santo”, el de orar en lenguas y el de profecía (que son comunicaciones directas donde Dios te “dice al oído” todas las verdades acerca de una persona o situación y que algunos miembros del grupo se jactaban de poseer) pues si alguien que profetizara no se percataba que yo estaba mintiendo… Entonces el partido iba así: BRINA 2 - LA TRINIDAD 0.
Después vino una serie de retos más directos, contarlos todos sería algo largo por no decir aburridor, siempre con anotaciones para BRINA y no para LA SANTISIMA TRINIDAD. Un día cualquiera, luego de una predicación verborraica  y sonsa por parte de un “sanador” me llené de valor, hice llamar la atención de todos y les dije: “muchas gracias porque son personas que han aportado mucho a mi vida, pues  algunos de ustedes  me brindaron su sincera amistad y eso lo valoro, pero este rollo de Dios es puro efecto placebo”. Hasta ahí llegó mi sincero intento de ser creyente católica, apostólica y romana y si mis padres no me aceptaban tal como soy pues ahí veremos cómo hacemos, pero NO MAS DIOS.
Al terminar la universidad me dediqué a viajar por todo el país, trabajando por los niños y niñas víctimas de la violencia y con sus derechos vulnerados, aún sigo en ese plan, vivo en zona de conflicto armado, he visto y vivido muchas cosas que nadie (menos un niño) debería de vivir nunca, pero este es el mundo y así es la vida. Solo resta vivirla con alegría y tolerancia. Aparte soy docente universitaria y trato de inculcarle a mis estudiantes el respeto y la tolerancia por las diferencias de los demás, así como una vida moralmente adecuada, todo esto “sin necesitar la hipótesis de Dios” tomando un poco las palabras de Laplace.
Acerca de mis padres, hoy en día mis relaciones son excelentes con ellos y con mi hermano, que me regaló un sobrino al que amo mucho. Y lo mejor de todo NO LE TENGO QUE AGRADECER A DIOS POR ELLO. Ramén.